10 may 2007

Toda la cuestión

Toda la cuestión está allí
probarnos
que finalmente despertarías
contigo mismo,
feliz de instalarte
en la ecuanimidad, finalmente,
como un remoto taoísta arribando
a que excesos y carencias
dejan de oponerse,
y como aquel
Chuang Tsé, tu venerado libro,
cuyos caminos ahora rehaces,
feliz
de que el existir de toda cosa
pase como un caballo al galope,
y de que cada hombre en la tierra
no signifique más que la punta
de un pelo en la piel del caballo,
y feliz
de que la única manera por la cual
puede ganarse la paz sea haber buscado
conciliación en cuanto fluye,
y feliz
de estar recogido donde
ya no debes valerte del: "¿Qué he de hacer?",
"¿Qué voy a no hacer?", y donde
separar sea lo mismo que construir
construir sea lo mismo que deshacer,
y el eso sea también el esto,
y el esto sea también el eso,
y donde
lo injusto proviene de lo justo,
lo justo de lo injusto,
y feliz
de volverte nuevamente germen,
habiéndolo sido de candor y miedos, grandeza
y confusión, el engaño y lo raro,
y feliz
de prestarte por eternidades
a ignorar qué es amar la vida
o detestar la muerte,
y feliz
musitando lo que te oímos
repetir hasta borrarte:

Aquello que no pudimos cumplir,
aquello negado al amor,
perdido en la anticipación,
se cumple en un descenso, sin fin, indestructible.

Toda la cuestión.
Allí quedará, entera:

para nacer
tuviste que morir,
y para morir
primero tuviste que despertar.



Alberto Girri, en homenaje a H.A. Murena

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